Pregunta#696:
Tenemos un grupo de estudio de un Curso de Milagros. Hace poco, alguien
se me acercó, implorándome que le permitiera asistir a nuestro grupo y
yo accedí. Uno de los miembros antiguos del grupo se opuso
vehementemente a que se incorporara ésta persona nueva. Dicho miembro
explicó su comportamiento aludiendo a la guía que recibía del Espíritu
Santo, diciendo que sentía que si esa persona se unía al grupo, se
acabaría con la intimidad que el grupo tenía hasta el momento. Esta no
es la primera vez que el Espíritu Santo ha sido utilizado para defender
un punto de vista particular y yo estoy confundido. No me está
resultando fácil perdonar a este miembro del grupo por insistir en
controlar las cosas de ésa manera, por si fuera poco, ésta persona no
cesa de recordarme mis propios asuntos de control y me siento
inmovilizado para hacer algo. En mi búsqueda de la ayuda del Espíritu se
me continúa guiando a confrontar con honestidad y compasión a este
miembro del grupo, pero no puedo distinguir en realidad si quiero hacer
eso para salirme con la mía. ¿Puedes por favor orientarme de tal forma
que recupere el rumbo? Estoy abierto a que seas para mi la Voz del
Espíritu Santo ya que mi ego está especialmente estridente en estos
momentos.
Respuesta:
Antes de que puedas tener algo de discernimiento acerca de lo que sería
la forma más amorosa, amable y útil de responder en esta situación para
todos los envueltos en ella, es de suma utilidad recordar que,
independientemente de lo que estemos experimentado como resultado de
cualquier decisión que tomemos, siempre tiene que ser lo que deseamos.
Tal y como lo dice el Curso en sus propias palabras: “Elijo los
sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y
todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal
como lo pedí.” (T.21.II.2:4,5). Por lo tanto, si lo que aparentamos
experimentar es un conflicto, sólo puede ser porque es un conflicto lo
que hemos elegido. Y las aparentes situaciones externas no son nunca la
causa del conflicto. La causa real del conflicto es la elección de
vernos a nosotros mismos separados del amor. El tan resaltado problema
que tenemos en el mundo, independientemente de lo importante, santo etc.
que puedan sus asuntos parecer, tiene como único propósito el de
distraernos del problema subyacente en nuestra mente, convenciéndonos de
que es la situación externa lo que necesita nuestra atención. Así que
mientras mantengamos nuestra atención dirigida hacia fuera de nuestra
mente, nuestro ego seguirá siendo el arquitecto de la solución,
independientemente de cuan apropiada y amable parezca ser la forma de la
intervención. Ya que no hemos tenido en cuenta la culpa en nuestra
mente que está alimentando el conflicto.
Ahora
esto no quiere decir que la invocación que hace el otro miembro del
grupo al Espíritu Santo a modo de autorización para respaldar su
oposición esté justificada. Todos nosotros estamos buscando un alíado
celestial para que valide nuestras elecciones basadas en el ego. Pero si
te ves a ti mismo como el que necesita corregir las opiniones mal
concebidas de tu hermano o hermana, entonces has caído en la trampa
favorita del ego de hacer el error real, como si en realidad hubiera
algo serio que necesitara corrección (T.9.III.6). El trabajo interno de
liberar nuestra propia culpabilidad mediante el reconocimiento en
nuestro conflicto de nuestra propia petición de ayuda es de lo único de
lo que somos responsables. Y es únicamente desde este lugar de perfecta
honestidad con nosotros mismos, que el Espíritu Santo puede ayudarnos a
ver en el conflicto de nuestro hermano o hermana la misma petición de
ayuda (T.12.I.6:10.11;7:1,2,3,4,5). Una vez que aceptamos el perdón para
nosotros mismos por haber deseado el conflicto y el ataque, el problema
externo no parecerá como un asunto de gravedad, y una solución útil a
nivel de la forma podría aparecer. Quizás digas algo a ese miembro del
grupo o quizás no. Pero si acabas diciéndole algo, no tendrás interés en
ser escuchado o en ver el cambio en la otra persona, ya que ésa no será
ahora tu preocupación. Reconocerás que tu única función es aceptar el
perdón para ti mismo así que, mediante esa aceptación, podrías ser
también un instrumento de perdón para otros.
Link al original aquí.