miércoles, 6 de diciembre de 2017

Preguntas y respuestas Facim: Conflictos entre miembros de grupos de estudio de UCDM

Pregunta#696: Tenemos un grupo de estudio de un Curso de Milagros. Hace poco, alguien se me acercó, implorándome que le permitiera asistir a nuestro grupo y yo accedí. Uno de los miembros antiguos del grupo se opuso vehementemente a que se incorporara ésta persona nueva. Dicho miembro explicó su comportamiento aludiendo a la guía que recibía del Espíritu Santo, diciendo que sentía que si esa persona se unía al grupo, se acabaría con la intimidad que el grupo tenía hasta el momento. Esta no es la primera vez que el Espíritu Santo ha sido utilizado para defender un punto de vista particular y yo estoy confundido. No me está resultando fácil perdonar a este miembro del grupo por insistir en controlar las cosas de ésa manera, por si fuera poco, ésta persona no cesa de recordarme mis propios asuntos de control y me siento inmovilizado para hacer algo. En mi búsqueda de la ayuda del Espíritu se me continúa guiando a confrontar con honestidad y compasión a este miembro del grupo, pero no puedo distinguir en realidad si quiero hacer eso para salirme con la mía. ¿Puedes por favor orientarme de tal forma que recupere el rumbo? Estoy abierto a que seas para mi la Voz del Espíritu Santo ya que mi ego está especialmente estridente en estos momentos. 

Respuesta: Antes de que puedas tener algo de discernimiento acerca de lo que sería la forma más amorosa, amable y útil de responder en esta situación para todos los envueltos en ella, es de suma utilidad recordar que, independientemente de lo que estemos experimentado como resultado de cualquier decisión que tomemos, siempre tiene que ser lo que deseamos. Tal y como lo dice el Curso en sus propias palabras: “Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí.” (T.21.II.2:4,5). Por lo tanto, si lo que aparentamos experimentar es un conflicto, sólo puede ser porque es un conflicto lo que hemos elegido. Y las aparentes situaciones externas no son nunca la causa del conflicto. La causa real del conflicto es la elección de vernos a nosotros mismos separados del amor. El tan resaltado problema que tenemos en el mundo, independientemente de lo importante, santo etc. que puedan sus asuntos parecer, tiene como único propósito el de distraernos del problema subyacente en nuestra mente, convenciéndonos de que es la situación externa lo que necesita nuestra atención. Así que mientras mantengamos nuestra atención dirigida hacia fuera de nuestra mente, nuestro ego seguirá siendo el arquitecto de la solución, independientemente de cuan apropiada y amable parezca ser la forma de la intervención. Ya que no hemos tenido en cuenta la culpa en nuestra mente que está alimentando el conflicto.

Ahora esto no quiere decir que la invocación que hace el otro miembro del grupo al Espíritu Santo a modo de autorización para respaldar su oposición esté justificada. Todos nosotros estamos buscando un alíado celestial para que valide nuestras elecciones basadas en el ego. Pero si te ves a ti mismo como el que necesita corregir las opiniones mal concebidas de tu hermano o hermana, entonces has caído en la trampa favorita del ego de hacer el error real, como si en realidad hubiera algo serio que necesitara corrección (T.9.III.6). El trabajo interno de liberar nuestra propia culpabilidad mediante el reconocimiento en nuestro conflicto de nuestra propia petición de ayuda es de lo único de lo que somos responsables. Y es únicamente desde este lugar de perfecta honestidad con nosotros mismos, que el Espíritu Santo puede ayudarnos a ver en el conflicto de nuestro hermano o hermana la misma petición de ayuda (T.12.I.6:10.11;7:1,2,3,4,5). Una vez que aceptamos el perdón para nosotros mismos por haber deseado el conflicto y el ataque, el problema externo no parecerá como un asunto de gravedad, y una solución útil a nivel de la forma podría aparecer. Quizás digas algo a ese miembro del grupo o quizás no. Pero si acabas diciéndole algo, no tendrás interés en ser escuchado o en ver el cambio en la otra persona, ya que ésa no será ahora tu preocupación. Reconocerás que tu única función es aceptar el perdón para ti mismo así que, mediante esa aceptación, podrías ser también un instrumento de perdón para otros.

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