Pregunta #358: Hace ya dos años que comencé el estudio de Un Curso de Milagros
y, a pesar de que estaba asustada al comienzo, elegí proseguir a pesar
de mis miedos. Algunos días cuando me siento culpable, todo parece ir
mal y simplemente quiero morir. Me doy cuenta de que estoy siendo
egoísta, pero siempre he sido una “drama queen.” Permanezco horas
deprimida y sintiendo lástima de mi, haciendo de mártir y pensando en
cómo la persona sobre la que me siento culpable, se sentirá culpable una
vez que yo muera. Siempre logro encontrar mi camino de regreso a la paz
porque en realidad eso es lo que yo quiero, pero porqué tengo que estar
siempre comportándome como una pequeña niña malcriada? Cómo puedo
terminar de una vez con todas con esta locura de comportamiento, de “a
mi manera o a la calle”?
Respuesta:
Ah, si, “la muerte les parece un precio razonable si con ello pueden
decir: mírame hermano, por tu culpa muero”(T.27.I.4:6). El ego es
realmente el rey (o la reina) del drama, y todos merecemos un Oscar por
nuestra actuación tan convincente como víctimas del mundo, día tras día,
hasta la nausea. Sin más, nos hemos convencido de los papeles que
estamos representando, aunque podríamos sospechar cada vez más que las
cosas no son como imaginábamos que eran. Ya has dado un gran paso al
poder ser honesta contigo misma e identificar lo que tu ego persigue sin
tratar de justificarlo.
La
meta, sin embargo, no es poner fin al drama, ya que eso le daría un
poder a los eventos de nuestra vida en cuanto a dictar cómo nos
sentimos, poder que en realidad no poseen. Estos eventos son solo
indicadores externos que apuntan a una elección interna de continuar
identificándonos con el conflicto y la culpa del sistema de pensamiento
del ego, en lugar de la alternativa de paz del Espíritu Santo y,
entonces, proyectar la responsabilidad de los efectos de tal elección
fuera de nosotros mismos en alguien más. Es en el interior de nuestra
propia mente donde es necesario el cambio. Y comienza cuando comenzamos a
mirar sin juicios nuestra elección por el ego y sus subsiguientes
consecuencias, el deseo de mantenernos separados de todos los demás,
comenzando con Dios, a Quien creímos “despachar” cuando decidimos que
queríamos las cosas a nuestro gusto a cualquier precio.
Nos
comportamos como niños malcriados, porque en realidad nos identificamos
con el malcriado por excelencia, el ego, quien ha tenido éxito en
convencernos de que podíamos arruinar la perfección del Cielo y de Dios y
fabricar un mundo impermanente en lo cual todo
terminará corrompiéndose. Jesús nos asegura que esto es una completa
locura, pero tozudamente nos aferramos a nuestras identidades falsas,
convencidos de que una miserable identidad falsa es mucho mejor que no
tener identidad separada en lo absoluto.
Continúa
entonces observando lo que urde tu ego, dándote cuenta del efecto que
tiene sobre ti cuando eliges alinear tu pensamiento con él, y podrás ver
que su atractivo simplemente se desvanece con el paso del tiempo. Ya
que el ego solo puede ejercer su control en la oscuridad, mientras
voluntariamente seguimos engañándonos a nosotros mismos acerca de sus
objetivos. A medida que su agenda de culpa, dolor y acusación se vuelve
cada vez más clara, producto de nuestra observación sin juicios al lado
de Jesús o del Espíritu Santo, la elección en contra del conflicto y la
culpa y a favor de la paz y de la inocencia se volverá cada vez más y
más simple de hacer.
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