Pregunta#
534: He escuchado que Un Curso de Milagros dice que debemos “traer la
ilusión a la verdad” en lugar de intentar crear una mejor ilusión
“trayendo la verdad a la ilusión.” Sin embargo; ayer estaba leyendo en
el texto, capítulo 18, sección VIII, El Pequeño Jardín, y creo que
podría estar diciendo algo diferente. En el párrafo 9 dice, “El
Pensamiento de Dios rodea tu mísero reino [ego, ilusión] y espera ante
la barrera que construiste [separación], deseoso de entrar y de derramar
su luz sobre el terreno yermo. Mira como brota la vida por todas
partes! El desierto se convierte en un jardín lleno de verdor, fértil y
plácido, ofreciendo descanso a todos los que se han extraviado y vagan
en el polvo...” No da esto la impresión de sugerir que cuando le
entregamos nuestras vidas al Espíritu Santo para que nos guíe, el
desierto de nuestras vidas se vuelve un jardín? Podría este proceso ser
interpretado como: cuando “traemos la verdad a la ilusión” ello
resultará en una experiencia de las que el Curso denomina un sueño
feliz? Es esto lo que el Curso nos pide que hagamos?
Respuesta: Lo
lamento, pero por mucho que nuestros egos quisieran creer que eso es lo
que se dice, Jesús nunca dice nada acerca de cambiar el mundo externo de
nuestras aparentes vidas como cuerpos separados en el mundo, ya que no
hay ningún mundo externo. Como él dice en todas partes en el Curso, este
mundo es una alucinación (T.20.VIII.7:3), así que es bastante
improbable que Jesús quiera ayudarnos a fabricar una alucinación mejor.
Jesús está únicamente hablando de la mente y, en este pasaje, de la
pequeña parte de la mente que creemos, mediante barricadas, haber
aislado de Dios y establecido como nuestro reino autónomo. Cuando
estamos dispuestos a dejar de “proteger” ese pequeño ser que creemos se
ha separado de Dios mediante nuestros pensamientos de juicios y ataque,
entonces el amor que siempre ha estado ahí puede fluir a través nuestro,
cambiando nuestra percepción de desolación y carencia a una percepción
de dicha y abundancia.
Cuando le
ofrecemos nuestros juicios (no nuestras vidas) al Espíritu Santo,
dejamos caer las barreras que resguardan nuestro ser separado. Y para
entregarle esos juicios a El, tenemos primero que haberlos contemplando y
haber reconocido nuestra inversión en ellos. Y este es el proceso de
traer las ilusiones a la verdad (T.17.I.5), de tal forma que la verdad
pueda brillar sobre la ilusión y permitirle al amor reemplazar el
pecado, la culpa y el miedo. Esta es la clase de cambio interno que
Jesús está metafóricamente describiendo mediante la imagen de un jardín
reemplazando un desierto. Si entonces ocurren en correspondencia ciertos
cambios en las imágenes que estamos proyectando de la mente, no es algo
que deba preocuparnos, ya que compartiremos el entendimiento de Jesús
de que nada de eso es real.
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